Restaurante Sish-Mahal, C/Poeta Artola, 13. 46022 (Zona Plaza Xúquer)

Exterior

Exterior

Mi puntuación (de 0 a 5): 3

Servicio: 3
Servicio del vino: –
Comida: 2,5
Ambiente: 3
Relación Calidad/Precio: 3,5

Fecha visita: 01/05/2015

Ecos de un pasado mejor

Este restaurante, el primero de este tipo de cocina en la ciudad, siempre tendrá un hueco en mi corazón por motivos personales y familiares. De hecho, el que escribe hizo sus pinitos como camarero en el restaurante que montara el primer jefe de cocina del SIsh-Mahal (sí, con chalequito de espejos incluido). Y desde aquellos años, mi pasión por las especialidades indo-pakistanís no ha hecho sino crecer más y más. El problema, es que ellos, parecen seguir anclados en esos tiempos de esplendor en que su novedosa propuesta, exótica ambientación y exquisita comida los situaban como la opción internacional «de calidad» de la ciudad (sí, tomando como referencia los florecientes restaurantes chinos).

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En su descarga he de decir que noté cierta mejoría en el menaje y estado de la sala respecto a mi última visita, hace ya unos tre o cuatro años. Manteles en buen estado y más nuevos, copas renovadas, etc. La decoración, eso sí, sigue exactamente igual, pero, ¿para qué cambiar?

En fin, ¿y la comida qué, que es a lo que vamos?: Pues ciertamente decepcionante. Siendo delicioso, creo que le falta algo.

Éramos cinco: tres adultos y dos niños.

Pedimos platos al centro a compartir, vamos sobre seguro:

Con la bebida sirven un aperitivo gentileza de la casa consistente en unas tortillas crujientes con tres salsas (dulce, picante y suave). Los niños lo devoraron.

Aperitivo

Aperitivo

Pakora (verduras rebozadas en harina de garbanzos, 2,50€): Van cinco unidades pequeñitas. Buenas, pero muy mal conseguidas, algo quemadas y muy poco relleno.

Samosa (empanada de carne, 3€): Muy rica

Lamb Tikka Massala (pincho de cordero en salsa de yogur, 8,75€): Una gran decepción. Estaba bueno, pero no es lo que yo he comido tantas y tantas veces. Es uno de mis platos favoritos, pero esta vez, era un salsa prácticamente de tomate y la carne, para ser cordero, bastante tirante. Humildemente, en varias ocasiones la he preparado yo en casa y el resultado para los acompañantes (y para mí también) era mucho más conseguido.

Chicken Shari Korma (pollo en salsa de crema con frutos secos, 7,50€): Es siempre una apuesta segura, sabor suave y muy gustoso. Sencillo, pero resultón.

Chicken Madras (pollo en salsa picante con coco, 6,95€): Cumplió con la función. Pedimos algo que picara y picar, picaba. El sabor ya es otra cosa. Lo del coco era testimonial, un poco de coco espolvoreado por encima.

Special Rice (arroz de acompañamiento, 3,95€): Nunca consigo que me sirvan el arroz especial del chef que es el que me gusta, con carne, gambas y verduras y que vale cerca de 10€ y eso que se lo especifico siempre, pero bueno, al menos cobran el que traen que es simplemente arroz (biryani) con esepecias, muy rico, eso sí.

2 Cheese Nan (torta de pan con queso, 2,75€/cada una): Siempre son espectaculares, pero se ve que ese día el queso no abundaba en la cocina. La gracia de este pan es saborear el queso a cada bocado, pero no… era una lotería encontrarlo, casi como encontrar el haba en el roscón de reyes. Aún así, muy bueno.

Pratha (torta de pan con mantequilla, 2€): Lo pidió mi madre refiriéndose a otra cosa que no supo explñicar mejor y el camarero no adivinó a acertar. Pan, sin más. Viendo la porción y el precio, caro.

Bebimos 3 cervezas (1,90€) y un agua (1,80€). Bueno, tomamos una cerveza y un agua más que no nos cobraron (desconozco si por qué se despistaron o porque aún quedaba algún conocido de la «vieja guardia» y tuvieron ese detalle).

De postre pedimos un Mago Lassi (batido de mango, 3€). A mí me encantaba el «Kulfi» (helado de pistacho), pero desistí por el recuerdo de la última vez que lo pidiera en este restaurante, pues era básicamente un helado de leche condensada empalagosísimo (cuendo no es así el original).

Y dos cortados (1,20€).

Total de la fiesta: 53,05€

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¿Qué decir? La calidad ha bajado notablemente. También es cierto que el haber conocido desde dentro este tipo de cocina en un establecimiento familiar te hace bastante más exigente ya que hemos probado los platos que se cocinaban directamente para ellos, algo diferentes de los que ofrecen en la carta, algo suavizados y occidentalizados. Aún así en la carta hay platos bastante auténticos como las espincas al curry o las lentejas con especies que son un manjar, o el pollo tandoori…

El servicio… pues muy normalito y algo atolondrado. Siempre tienen jóvenes aprendices (familiares la mayoría) a los que dan más responsabilidad de la que tal vez debieran asumir. Cuando llegamos el loca estaba casi vacío, pero se fue llenando y el servicio se resintió, con algunas equivocaciones en platos y despistes que, si bien no condicionen demasiado, sumado a alguna decepción con la comida hace mermar tu impresión sobre el establecimiento.

Las carta de vinos es muy clásica, casi la misma me atrevería a decir que cuando lo conocí, poco arriesgada y muy «demodé». De ahí la elección de la cerveza. Sí es cierto que han incluído alguna referencia de cerveza india y alguna otra especialidad, aunque no le presté demasiada atención, la verdad.

En resumen: si no lo conoces, es una buena opción, si ya has estado hace tiempo, puede que la ciudad se haya actualizado en este tipo de oferta (yo, lo desconozco ciertamente, pues  a la mayoría de los indios a los que he asistido, excepto el Taj-Mahal, ya han cerrado y ninguno en su día me causó mejor impresión que éste) y personalmente, para desquitarme, pronto prepararé mi propio Tikka Massala a la espera de encontrar alguno a la altura de lo que recuero (se aceptan sugerencias).

Bodega Hnos. Boix (Antigua Bodega La Pascuala), Eugènia Viñes, 177

Mi puntuación (de 0 a 5): 4,75

Servicio: 4,5
Servicio del vino: –
Comida: 5
Ambiente: 4,5
Relación Calidad/Precio: 5

Fecha visita: 07/03/2015

Sin novedad en el frente, genial como siempre.

Visita de obligado cumplimiento. Debería ser un lugar de peregrinación en la ciudad de las Fallas (aunque puede que, a su modo, ya lo sea). Pocos planes mejores se le pueden antojar a uno un sábado por la mañana. Más si cabe, cuando la climatología acompaña como lo fue en este primer sábado fallero.

Como toca, y como se recomienda a quien no lo haya sufrido en sus propias carnes, reservamos casi tres semanas antes. Almorzar un sábado aquí es imposible sin haberlo planificado con, al menos, una semana de antelación. Entre semana sí que es posible, pero, eso sí, guardando una espera media de una hora.

Ocho adultos y cuatro niños. Llegamos a la hora pactada (10:30h) ya que cuenta la leyenda que si pasados 15 minutos de la hora reservada no has aparecido, pierdes la mesa. El único «pero» es que nos tuvieron una hora esperando. Al parecer las mesas precedentes se alargaron más de la cuenta, o tal vez calcularon mal. Como nuestra predisposición es absolutamente benevolente (ejerzo de cicerone para algunos noveles en este santuario del almuerzo) no hay nada que un par de cervezas en la calle a escasos 50 metros de la playa pueda solucionar.

A las 11:30h entramos. Imagino que conscientes de la espera que hemos tenido que soportar, la encargada de la sala se muestra más encantadora de lo normal con nosotros, ofreciéndonos todo tipo de soluciones y facilidades para sentarnos y distribuir mesas y sillas y excusándose por la tardanza.

En la hora de espera hemos decidido el bocata (todos hacemos los honores con el «Súper Pascuala»: Barra de 1/4 de pan crujiente, tomate restregado, queso, cebolla frita, bacon y carne de caballo) y un plato de patatas bravas para los niños (aunque nos sirven dos). Los «cacaus amb corfa» y olivas de rigor que acompañan la cerveza y el «barral» de vino y gaseosa. Las patatas son excelentes, de verdad, tanto el punto de cocción como la salsa y el deje de pimentón.

Los nuevos en esta noble lid alucinan cuando llegan los bocatas. No todos son capaces de acabar con la res, aunque un servidor, a cuenta de posteriores ingestas de almax y siestas de campeonato, podría comerse varios «super», de hecho, si los cálculos son correctos la cantidad exacta fue alrededor de un bocata entero más dos terceras partes de otro entre retales que quedaron en la mesa. Y es que clama al cielo dejar algo en la mesa cuando uno está en la Pascuala.

Pascula

Y mientras tanto los rituales de siempre: El bullicio del bar, el sonido de los cristales de las copas y vasos, el vápor de la cafetera, el griterío de las camareras, la puerta abriéndose constantemente, el panadero entrando cada 45 minutos más o menos con dos cajones de pan recien hecho, los portazos de las cámaras frigoríficas de pared antiguas y la vista que se pierde entre las fotos antiguas de la bodega (antiguos propietarios, fachada del local, etc.) y la colección de botellas antiguas que llegan hasta el techo. De no ser por las mesas repletas de móviles, iphones y aparatos electrónicos uno podría afirmar que se encuentra en el año 1945, por ejemplo.

Y a mí siempre me asaltan las mismas tres dudas:

  1. ¿Cómo puede una cocina tan pequeña abastecer a tanta gente al cabo del dí?
  2. ¿Por qué no montan ellos mismos un horno de pan al lado?
  3. ¿Cómo de bien ha de funcionar el negocio para no plantearse ampliar con una terraza en la calle peatonal anexa al local?

Aunque, como dice el refrán: «Si una cosa funciona, mejor no tocarla»

Y, por último, la traca: El «cremaet» de rigor (Carajillo de brandy quemado con unos granos de café y rodajita de limón) que lo preparan de maravilla y la cuenta: 59€ (no salimos ni a 7,50€ por persona). Nunca he sabido exactamente lo que cuesta el almuerzo, pero está alrededor de los 6€. Hemos de incluir aquí las patatas que pedimos más las bebidas (refrescos para los niños y varias rondas de bebida más). En cualquier caso inmejorable precio, teniendo en cuenta que hasta 6 u 8 después (o incluso hasta el día siguiente) no necesitas volver a ingerir nada más que agua (y Almax, claro).

En definitiva: lugar de culto, para invertir una mañana entera con amigos y rematar con un paseo en la playa ahora, antes de que el calor sea sofocante y la masa enfurecida colme hasta el último centímetro cuadrado de arena.

Un bar que no debería dejar de existir nunca.

Bar Restaurante Karibu, Plaza Honduras, 34 (Junto a Blasco Ibáñez)

Mi puntuación (de 0 a 5): 4,6

Servicio: 4,5
Servicio del vino: –
Comida: 4,5
Ambiente: 4,5
Relación Calidad/Precio: 5

Fecha visita: 29/08/2014

Primera de muchas visitas

Bar Restaurante Karibu

Bar Restaurante Karibu

 

 

 

 

 

 

Por casualidades de la vida, estuve en la inauguración de este establecimiento y quedó pendiente una visita, ya que las impresiones fueron muy buenas.

Fuimos un viernes en familia (pareja con dos niños pequeños de 2 y 4 años) a comer el menú del día. La primera impresión, dicen que la que cuenta, ya es inmejorable: Menú del día 8€ incluyendo café ¡¡¡¡Y!!!! postre (odio esa maldita costumbre que se instauró de añadir el Y/O entre postre y café).

Hablamos con los dueños, simpatiquísimos acerca de cómo iba todo, pues era pronto y no había demasiada gente. Nos contaron que habían tenido problemas con varios cambios de cocineros, pero que habían dado con uno muy competente y así procedimos a comprobarlo.

Como muy originales no somos, pedimos lo mismo los dos, Paella Valenciana de primero y «Solomillos» de pollo en salsa roquefort con sus verduritas de la huerta. Para los niños, medio menú, un plato de paella para cada uno y un plato de patatas.
Bebimos cervezas y refrescos. Por eso no puntúo el servio del vino.

La paella, deliciosa. Arroz en su punto, sin sabores raros ni ingredientes «sorpresa» que, por desgracia, es tan habitual encontrarse. El segundo también fuen un acierto, si bien es cierto que es un plato sencillo, hay que saber darle el punto a la carne y que la salsa sea eso, una salsa, y no un puré incomestible. Muy acertada la guarnición, una especie de menestra muy sabrosa de verduras mini.

Por cierto, las patatas de los niños, riquísimas. Más si cabe, con el detalle que tuvieron de no cobrarlas.

El postre fue unos profiteroles caseros de nata y trufa muy ricos y una tulipa bañada en chocolate rellena de helado.

Como decía, el placer de tomarte el café sin coste adicional, que no tiene parangón.

Y todo ello, con un servicio muy atento, simpático y que te hace sentir como de la familia.

Poco a poco se fue llenando, pero la eficiencia no bajó ni un ápice.

Por último, el precio, pues de risa. Comimos genial. Dos menús y dos medios menús: 24€ (nos invitaron a las patatas y una segunda bebida para mí).

Desde luego que repetiremos. Además el lugar es ideal para ir con niños, cuenta con dos terrazas situadas en sendas plazas peatonales, por lo que no hay peligro alguno.

Iremos, sin duda, a probar sus menús de noche o de domingo por sólo 10€ (con postre y café). Las propuestas promenten mucha (carne a la piedra, tajín, arroces por encargo). Un lujo, vamos, a precios terrenales.

Rincón Gallego C/Acorazado, 2 (Junto a la antigua Fe)

Mi puntuación (de 0 a 5): 4

  • Servicio: 4,5
  • Servicio del vino: –
  • Comida: 5
  • Ambiente: 2,5
  • Relación Calidad/Precio: 4

Fecha visita: 23/05/2014

«Galicia calidade» Gastronomía sin concesiones.

Cierto es que no invita a mucho la zona y si no eres vecino o vas exclusivamente a cenar allí, nuestro caso, raro es que acabes entrando en este pequeño oasis. De hecho, parte de la conversación en la cena fue escudriñar los motivos de montar un restaurante de estas características en una zona así.

Llegamos sin reserva y, de milagro, ocupamos la única mesa libre. El espacio es acogedor, sobrio y no muy grande. A medio camino entre el mesón y el restaurante. Detalles como tener la puerta abierta durante la cena te hacen caer en la cuenta de que estás en un entorno más familiar (cada uno interpreta esto a su manera, aunque lo que nosotros íbamos buscando y juzgaríamos es la calidad de los productos). Mesas dispuestas con las jarritas típicas para beber vino Ribeiro y unos cacaos para ir abriendo boca.

Los hermanos, hijos de los dueños, nos ofrecen una jarra de Ribeiro. Pedimos media, que devoramos rápidamente. Primer detalle que a mí, particularmente, me gusta: para tomar la comanda sale de cocina Paqui, la madre (el nombre lo descubriríamos más tarde). Nos pregunta si es la primera vez y nos ofrece la carta, por lo que sospecho que a la segunda visita no será necesario mirarla. Y así es, porque la carta es, como dirían los futboleros, «cortita y al pie». Pero no le falta ni le sobra nada y si, además, como yo, eres un indeciso compulsivo, esto se agradece. Raciones (y medias raciones) de Pulpo, Calamar, Pimientos de Padrón, Navajas, Berberechos, etc. Y de principal, básico, pero suficiento: Chuleta, Chuletón y Rodaballo.

Nos advierte Paqui que para dos pidames medias raciones y así hacemos, dejándonos aconsejar en cuanto a la cantidad.

Finalmente: Tres entrantes (medias) a compartir:

Pulpo (12€): Exquisito. Punto justo de cocción. Tal vez excesivo pimentón picante. Y para mí (aunque es una eterna discusión) faltan los cachelos de patata.

Pulpo

Calamar (8€): La estrella de la noche. Calamar fresco servido en aros a la plancha. Sin florituras. Presentación adusta. Pero al probarlo, descubres lo que puede llegar a atrofiar el sentido del gusto las compras en Mercadonas y similares. EXCELENTE.

Pimientos del padrón (4€): Buenos, sin más. Sabes lo que es. Faltó un puntito de picante, pues prácticamente ninguno picó. Pero de sabor muy buenos.

Seguimos con el ribeiro (Media jarra, 3€, Jarra entera, 5,50€), porque fresco es un placer, peligroso, pero agradable. Por este motivo no puntúo el servicio del vino. Tal vez sí que remarcaría que, al parecer, no hay carta de vinos. Sí que pude observar algunas de las referencias de las que disponían, bastante prometedoras, pero, personalmente, lo de no saber qué te va a costar una botella de vino no me gusta.

Como principales pedimos la chuleta (20€) y el rodaballo (20€), que compartimos. Entiendo que en una segunda visita, este restaurante se podrá disfrutar al 120%, ya que nuestro error fue pedir en exceso en los entrantes. El «probarlo todo» nos pasó factura. Hacia el final de los entrantes estábamos bastante llenos y como el servicio es bastante diligente, en 30 minutos ya había salido toda la comida, por lo que la carne y el pescado se nos hizo un poco cuesta arriba, pero cayó, como no podía ser de otra manera.

La chuleta está espectacular, la pedimos al punto y así fue. Tierna, jugosa y con un sabor intenso.

Chuleta

El rodaballo, que no lo habíamos probado nunca, también fue un gran acierto.

Rodaballo

Aunque para uno, que es carnívoro, las próximas visitas tienen asignada esa ternera gallega de por vida. En el pescado, y esto ya son manías mías, la textura gelatinosa propia del pez es lo que no me dejó disfrutarla al máximo. Eso y que, como tuvimos que parar un poco el ritmo, cuando realizamos el cambio de plato, yo empecé con la carne, ya se había enfriado un poco. A buen seguro que si lo hubiéramos solicitado nos lo habrían calentado, pero lo dejamos pasar. Ambos platos de guarnición llevaban unas patatas fritas deliciosas, como las de antes. En fin, para qué complicarse la vida si sabes que algo funciona (y creo que podría servir como frase definitoria para el establecimiento, en general).

Para hacer la gracia completa y, aquí sí, tras una pausa, pedimos una tarta de Santiago flambeada (3,50€)  a compartir, que nos sirvieron junto a unos chupitos helados de crema de orujo deliciosos (no entiendo por qué dejé de tener siempre una botellita en casa). Dulcísima, hasta el punto de empalagar, más para uno que no es muy de dulce, pero no quita lo deliciosa que estaba.

Finalmente un café (1,40€) y un cortado (1,40€) para acabar.

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Al final del servicio salió el chef, Manolo, a interesarse por las mesas. Se agradece, pero se notaba un poco la desgana, más cuando la mayoría de las mesas eran conocidos de la familia. Aunque a la hora de marcharnos sí que tuvimos una conversación agradable con Paqui, que daba muestras de estar muy cansada, pero te hace sentir muy cercano.

La cuenta: 80,10€. .

Buena RCP, sobre todo por la altísima calidad de los productos. Como digo, con lo que pedimos hubo más que de sobra. Tal vez una buena elección para cenar en pareja sea reducir a un entrante y un principal para cada uno o pedir dos-tres entrantes y decantarse por el chuletón para compartir (28€) que se presume bastante más grande que la chuleta (que estaría alrededor del 500gr de peso). Y depende del vino, claro está.

En conclusión: un lugar para quedar bien con quien sea o darse un homenaje fuera de los circuitos «chic» de la ciudad. Si eres carnívoro, seguro que este lugar estará en el podio de restaurantes especializados en Valencia (siempre que no busques cosas más exóticas).

Un aplauso para ellos y a esperar una nueva visita.

Bar Restaurante Mi Bayuca Avd. Peris i Valero, 125 (Valencia, Russafa)

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Un bar de los de toda la vida, en plena avenida Perís y Valero, una de las arterias principales de Valencia. La fachada anuncia, muy orgullosa, su especialidad en perdices escabechadas. Y, es una obviedad, pero lo bordan.

Ofrecen un menú a 8,50€ siempre variado y muy sabroso siempre que lo hemos probado.

En verano ofrece una terraza sensacional para comer (el sol pasa a la cera de en frente) y poder realizar una sobremesa como Dios manda con los cafés «preparaos» que sirven.

Además, de un tiempo a esta parte han ampliado su oferta con una carta de pinchos ya caída la tarde. Antes de subir a casa, una caña (ATENCIÓN: sirven Turia Marzen de barril) o un vinito con un pinchito (ese matrimonio de anchoa y boquerón, ummm!!) es siempre una magnífica elección.

Y si eres previsor/a y les encargas una cena, o una comida, algo diferente, nunca te defraudan.

El trato es familiar y muy agradable y la cartera, salvo que hagas cosas muy extrañas, no se acaba resintiendo.

Una apuesta siempre segura

Inauguración «Bar Restaurante Karibu» Pza. Honduras, 34 (Valencia) Parte I

El pasado sábado 8 de marzo pudimos asistir a la inauguración del nuevo establecimiento del barrio Ciutat Jardí de Valencia: Karibu, un restaurante con una ubicación envidiable, ya que se encuentra en la Plaza de Honduras, totalmente peatonal y cuenta con dos terrazas, a ambos lados de la plaza y una comunicación directa con la transitadísima Avenida Blasco Ibáñez.

Con un aspecto juvenil y minimalista y un gran gusto con la decoración y elección del mobiliario, pudimos departir con amigos y con los propietarios y disfrutar de un gran ágape, con elaborados aperitivos, fríos y calientes, recién sacados de cocina, con un servicio muy atento, simpático y diligente.

Una carta concisa, a unos precios espectaculares con un predominio del Mediterráneo: arroces variados hechos al instante, mariscos y pescados de la zona y una carne de muy buena calidad, por lo que pudimos degustar.

Y un predominio de la la D.O. La Mancha en la bodega, esa gran desconocida que nos depara gratas sorpresas como Yugo, el vino que tomamos en esta celebración.

Desde aquí les deseamos muchísima suerte en esta nueva aventura y no tardaremos en dar buena cuenta de ese Arroç del senyoret que preside esta sección en su carta.

En breve podréis disfrutar de la segunda parte de la inauguración con imágenes del evento.

Lo dicho, podéis pasar desde ya por Karibu y seréis, como bien dice esta palabra en el idioma Swahili, bienvenidos y mejor tratados.

Imagen

Restaurante Samurai C/Conde Altea, 43 (Valencia, L’Eixample)

ImagenMi puntuación (de 0 a 5): 2,75

  • Servicio: 2
  • Servicio del vino: –
  • Comida: 3
  • Ambiente: 3
  • Relación Calidad/Precio: 3

Fecha: 23/02/2014

 

 

Podría ser mucho mejor

Cena de domingo por la noche en pareja. Salen a recibirnos a la puerta al vernos ojear el menú. Nos intriga el buffet servido a la mesa a un precio más que razonable, 14,95€ (IVA no incluído y sin bebidas). El local es agradable, sobrio, iluminación correcta. Nos dejan elegir mesa al estar prácticamente vacío. El primer problema: las mesas para dos son excesivamente pequeñas. Elegimos adentrarnos un poco para no quedarnos a la puerta y nos situamos cerca de la cocina.

El servicio es el punto más débil de este establecimiento, ya que antes de sentarnos ya nos estaban requiriendo qué íbamos a beber. Lo atribuyo a la escasa experiencia de ambos, un chico y una chica japoneses con escaso dominio del castellano. Pedimos la carta de vino que, sorprendentemente, está bastante completita para tratarse de un establecimiento de este tipo. Con referencias básicas, pero seguras. Correcta, nada fuera de lo normal, pero sobresaliente respecto a la media de los restaurantes de «su liga». El gran fallo, los espumosos… dada la comida que predominantemente sirven. Ante tal panorama decidimos por algo suavecito, agua y un Marina Alta y he aquí el segundo problema: Servicio nefasto o nulo, lo dejo a vuestra elección. Es una lástima, ya que las copas también son de una calidad superior a la de la media de estos establecimientos. Pero el vino, fuera de temperatura (servido en champañera, eso sí, hasta el tercer servicio no alcanzaría la ideal) y su servicio, pues eso, el chavalito pasó un trago por tener que abrirla delante nuestra y hubiera preferido que no lo sirviera en las copas.

Respecto a la comida: En general, bastante buena. El sushi es de buena calidad, no espectacular, pero bastante logrado, aunque las proporciones de arroz y el resto de ingredientes en los «makis» están algo desproporcionadas. A destacar: Positivo; el sushi de pez mantequilla; maki california; Negativo; temakis, tanto de atún como de salmón.

Pedimos también una ensalada de algas muy rica. Las empanadillas al vapor, sin duda, lo mejor de la noche, rollito de pato, muy bueno, «mini rollitos fritos», bastante buenos, también, arroz especial, bueno, sin más, tempura de verduras, bastante mala, exceso de aceite, trozos muy gordos y ternera crujiente picante, bastante decepcionante (básicamente el cerdo agridulce habitual, pero con ternera).

Cuando empiezas a ojear la carta, ves mucha variedad de platos, pero, claro, son todos básicamente lo mismo con pequeñas modificaciones lo que hace que no repitas excesivamente muchas cosas. El atractivo principal, sin duda, es el sushi. Ya digo, bien, pero no para tirar cohetes, no mucho mejor que el puedes encontrar en un «Wok» de barrio.

En cuanto al servicio, como ya dije, inexperto, pero voluntarioso y algo torpón. Se equivocaron varias veces en nuestras notas, nos dejaron un plato que no era nuestro y confundieron un plato que pedimos. En su descargo, he de decir que se disculparon, a su manera, de inmediato. Cuando fue entrando algo más de gente la elección de mesa cerca de cocina se hizo algo equivocada, mucho escándalo que contrasta con el ambiente relajado de la sala.

Postre no tomamos ya que, pese a estar incluído en el menú, las opciones eran paupérrimas. Tomamos dos cafés.

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Precio: 46,86€ No está mal y si decides optar por cerveza en vez de vino (tal vez una opción más acertada) el precio aun sea más bajo, todo está en tu mano, claro.

En general, pues es una lástima, porque podría ser mucho mejor con algo más de imaginación en los platos y un servicio profesional, pero tampoco se le pueden pedir peras al olmo. Positivo veo la cantidad de las raciones, calculadas en función del número de comensales; en nuestro caso, raciones pequeñas que hacen poder degustar más variedad de platos, pero, como dije antes, la tercera vez que pides tienes la sensación de haberlo pobrado todo.

Un sitio agradable para cenar por buen precio, por ejemplo, en una celebración de amigos o familiar.

P.D.: Nuestra intención era cenar en Nagato, pero estaba cerrado por vacaciones.

Guía de restaurantes japoneses y asiáticos de Valencia

Guía de restaurantes japoneses y asiáticos de Valencia

¡Hola amigos!

Los enamorados de la cocina japonesa y, por extensión, asiática estáis de enhorabuena con este nuevo post. Una guía de los mejores restaurantes de este corte de la ciudad publicada en el prestigioso portal www.verema.com a cargo de Dani C., uno de sus usuarios más activos.

Una auténtica gozada y una ayuda tremenda a la hora de declinarse por uno u otro.

Se agradece este tipo de trabajos

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«Conejo frito» de Joaquín Ferrándiz

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Os dejamos hoy una entrada especial. Se trata del cortometraje «Conejo Frito» de Joaquín Ferrándiz de 2009 que ha participado en certámenes como El Festival de Cine de Alicante o Cortocomenius. Aunque no sea propiamente una historia relacionada con la gastronomía, la acción se desarrolla en la cocina con la elaboración del plato que da título al film. Una historia dura, con una puesta escena austera y efectiva y una interpretación soberbia de Manoli Martínez. Toda una vida contada, o mostrada, más bien, en apenas unos minutos.

Os dejo el link para verlo pinchando aquí.

Que lo disfrutéis

«Brazo de gitano» de bacon, queso y dátiles

Os presento una receta facilísima. Se trata de un rulo relleno a modo de brezo de gitano. Nunca agradeceré suficiente haber tenido la suerte de estar un día en un cole de Oliva y que me lo dieran a probar y anotarme la receta. Desde que lo descubrí es un clásico en todas las celebreciones; de hecho tiene fans incondicionales que «me lo exigen cada vez». Rápido (en media hora lo tienes listo). Sencillo (si tienes niños te pueden ayudar, se lo pasan bomba). Delicioso (siempre hago corto).

Ingredientes:

  • Una placa de masa quebrada (masa Brisa)
  • Media tarrina de queso de untar
  • 50-60gr. de bacon
  • 6-8 dátiles
  • 3 lonchas de queso Havarti
  • Orégano
  • Nuez moscada
  • Aceite
  • Sal

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1º. Estirar con un rodillo la masa. Espolvorear con un poco de harina el banco para que no se pegue.

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2º. Untamos el queso por toda la masa. Rellenamos con el bacon y los dátiles (ambos picados en trozos pequeños) y el queso Havarti  intentando cubrir toda la masa horizontalmente para que cuando lo enrollemos en toda la longitud del «brazo de gitano» encontremos todos los ingredientes; agregamos un chorrito de aceite de oliva, una pizca de sal, otra de orégano y otra de nuez moscada.

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3º. Enrollamos con cuidado tratando de asentar todos los ingredientes haciendo una pequeña presión a cada vuelta con cuidado de que no se rompa la masa. Una vez enrollado, sellamos los extremos. Podemos utilizar un tenedor. Pintamos con huevo batido.

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4º. Precalentamos el horno a 180º. Ponemos el «brazo de gitano» en una placa de horno con papel vegetal para que no se nos pegue. Introducimos en el horno unos 15-20 minutos. Cuando la masa esté dorada es el momento de sacarlo.

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Se puede tomar caliente o frío. El resultado es espectacular en ambos casos. El contraste del dátil dulce lo hace delicioso. Ideal para preparar un pic-nic. O llevar a modo de bocata para el almuerzo o la merienda.